domingo, 22 de julio de 2012

No para todos era una hermosa familia

Los ribetes dorados se confunden con los azules, las maderas crujen al cortar mi comida, es una mesa, sólo una mesa, la del living y escucho la voz de mi hijo: _”La sal, la sal por favor”. Apenas le presté atención, solo le di lo que me pedía, pero continuó hablándome, tenía deseos de ir a buscar a Hernán. Rocé una copa sobre mis labios, saboreé mi vino preferido, creo que fue la manera más sutil para que se diera cuenta de que no quería comentar sobre el tema. Lo único que le dije fue:_”No lo conoces a Hernán, él es así un mes está en Francia, otro en Egipto, ya estuvo bastante con nosotros” y el resto del almuerzo el silencio nos hizo compañía. Hernán Laplace, mi amigo o más que eso, deja cada tanto el hotel El Plaza, su domicilio cuando está acá en Buenos Aires, porque se la pasa de viaje en viaje, se quedó con nosotros después de la muerte de mi esposa. Pero ahora se fue, después de todo algún día se iría. No me tengo que dejarme llevar por la fantasía, no es lo mismo estar casado con otra mujer y aparte compartir un hijo con ella, que vivir en compañía de otro hombre, para la que oprime a las personas con sus incrédulas censuras. El viernes por la tarde serían las siete, llegué a casa después del trabajo, bajé del coche, las rodillas se me doblaban por si solas, no podía mantener mis párpados abiertos. Abrí la puerta, colgué las llaves, guardé mis valijas en el pequeño armario del descanso y cuando me dispuse a subir las escaleras, tropecé con la mirada de Cristián, mi hijo. Solo con sus ojos, cargados de ira, me demostró lo que sentía y me dijo con la voz firme que ya no parecía un chico de doce años: “No te interesas por nada”, frase que me desconcertó por eso no le contesté. Entrecruzaba sus manos como cien veces por minuto, se rascaba la cabeza, quería seguir diciéndome algo pero las palabras no le salían, parecía un tartamudo: “Fu…i al…Pla…za pa…ra. Le dije que se calmara pero no sirvió de nada, así que continué subiendo las escaleras, mi actitud hizo que su voz se tornara clara y precisa, me dijo que había ido al Plaza a ver a Hernán y que no pensaba volver, pero lo que más resonó en mis oídos fue “ya perdiste a mamá, no podes dejar que tu amigo se vaya”. En cuanto a su mamá no pude decirle nada, como hacerle saber a tu hijo que no amaste a su madre. Nuestra conversación terminó, aunque no signifique que fue de la mejor manera, cuando yo le dije:_”Bueno Cristián lo que tu ves como una hermosa familia, Hernán vos y yo, con el tiempo te darás cuenta que tu madre no puede ser un gordo de pelo blanco, que viste túnicas, usa bastón. Aunque lo consideres como si lo fuera, para la gente está mal ser una familia distinta a las demás”. Me miró con sosiego, y se fue para su cuarto, no nos hablamos hasta 3 días más tarde, cuando me pidió que le firmara una mala nota del colegio, lo tenía que hacer, ya varias veces me la falsificó, pero él sabe que no puede hacerse el vivo, sino lo expulsan.

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