Calles suben y bajan.
El Cerro Florida
adornado por La Sebastiana,
casa museo Pablo Neruda,
barco que mira
al puerto valparense,
desde la Nube,
el escritorio del poeta
o la mesa de los comensales.
Al salir
hogares de chapa,
ruinas con nacientes yuyos.
Perro solitario llora
al dueño en un balcón.
Plaza ovalada con mosaicos
bañada de alcohol.
Un gato se ríe sobre la pared,
mientras las botellas
toman sol en la ventana.
Entonces los hombres niño
comen sus mocos
en espera del tranvía.
Escondido Museo Cruz,
objetos marinos,
teteras, mascaras rusticas
solo comer chorrillana,
manteles escritos
en señal de que uno estuvo allí.
Bajar a la antigua cueva del Chivato
donde el diablo metió la cola.
En el Puerto,
artesanos y muchedumbre
embarcaciones grises,
en señal de ataque.
Y el Pacifico calma
los ánimos con su azul brillante.
Tomarse el ascensor El Peral
hacia cerro alegre,
ir al paseo Yugoslavo
y contemplar la bahía
y el Palacio Baburizza.
Caminar hacia el cerro concepción
donde en cada cuadra
un mural festeja al color,
el negro reclama con la mirada,
un niño se transforma en diablito,
mientras la pobreza azota
sin aviso.
Danzan gatos bermellones,
mientras aparece
el paseo Gervasoni;
con sus casas patas para arriba,
el comedor en el ultimo piso,
las habitaciones en el subsuelo,
los murales sobre los techos.